Crónica salida a la Sierra. Jarilla- Buitreras

por lancha Lun 31 Ago - 9:34

Crónica a petición de los compañeros de ruta y en especial de Juan Carlos con el que con dos salidas más que haga volveré a compartir charlas con él mientras rodamos. P.D. no fumo, tambíen por ti amigo.

¿A quien le importa lo que yo haga? ¿a quien le importa lo que yo diga? Yo os lo contaré; Me gusta el campo y me gusta la bicicleta, con todo lo que les rodea. Por supuesto no es lo único, ya lo he comentado mas de una vez, pero si es algo que me sirve de relax, de terapia, algo que me ayuda a trasladarme a un mundo paralelo en el que no tienen cabida los malos rollos, ni lo negativo que arrastramos diariamente. No solo en el Puerto de Las Palomas se desconecta de nuestra mundanal vida, sirven otros muchos lugares, siempre y cuando estés rodeado de gente dispuesta a compartir un rato de tu existencia pedaleando al unísono.
A última hora cambiamos la ruta prevista por la que planteaba MPM. La aparición de insignes garrapateros en escena, hicieron fácil el traslado. Ocho fuimos los agraciados con el premio de este rutón.
Primeras horas de la mañana y Alberto Brasero presagiaba calor. El aire acondicionado como quinto pasajero. Desayuno fuerte para coger las fuerzas que sin duda harían falta. Algunos se lo tomaron muy en serio, no dudando en enfoscar de manteca colorá medio kilo de pan, en un bar “tipical spanis”, rodeados de piezas de caza, un toro a tamaño real disecado, un simil de policía y un ¿ dueño-dependiente? con tirantes tintados con los colores de la bandera de España.
Las Jarillas. Sin calentamiento previo ni nada que se le pareciese empezamos a subir. Buen desnivel, que nos lleva de un golpe, hasta la casetilla de madera del guardabosques. Leve parada de reagrupamiento, ya que el grupo se había fraccionado a las primeras de cambio.
No hubo ni tiempo ni fotos para dejar constancia de nuestro paso por el citado enclave. Había que seguir subiendo aún perdiéndonos las maravillosas vistas con las que nos agasajaba el lugar. Coronada la pendiente, dos ejemplares de ciervos nos observaban impasivos, cercanos, a unos metros, no se movían. Dudábamos si fuesen de cera.
Seguiamos con nuestro recorrido con una sucesión de rejas dispuestas para ser abiertas. Algunas nos desafiaron altaneramente, sin dejarnos mas menester, que asaltarlas montura en ristre (acabo de volver a leer el Quijote de nuevo). El campo esteril. El verano ha sido duro. Senderos que con la llegada de las lluvias tienen que ser una gozada. Una piara de cerdos nos cortan el paso, deben de estar acostumbrado a los bikers, ya que nos ignoran totalmente.
Monte UPA y tras algunos kilómetros de solitaria carretera en declive, nos topamos con unos ciclistas que con preocupación buscaban el trazado de la ruta corta de la maratón de Cazalla. Asesorados e informados cordialmente, nos dispusimos a buscar las buitreras. Espectacular tanto la bajada como la imagen que servía de colofón a la misma. Nos daba la bienvenida una gran pared rocosa, teñida de abundante vegetación, bañada por una rivera de aguas claras que nos sirvieron como estímulo en forma de baño para mitigar el calor que empezaba a castigarnos. Moraban este tabique natural, buitres del tamaño del “Air Force One”. Se les caia la baba mirándonos. Llenamos las alforjas de agua para poder refrescarnos en la parte final de la ruta mientras Manuel nos dedicaba un cante metido en el agua hasta la cintura. Sublime. Tocaba subida. Y se hizo corta, de verás, supongo que el frío baño hizo fluir la sangre por nuestras piernas.
Seguíamos el cauce del rio. El terreno era llevadero, con alguna zona de “sube y baja” pero sombrio. Esta vez tras la calma vino la tormenta. Me permito cambiar el refrán, pido disculpas al autor. El terreno se convirtió en una pista árida de unos 10-15 kms., no lo sé exactamente ya que al itinerario inicial había que sumarle el delicioso “pa ná” de las buitreras. No había refugio, ni árboles cercanos que con su silueta fuesen capaz de dibujar de oscuro la tierra del carril que llevaríamos hasta el final. Repechos de unos metros se turnaban unos tras otros sin que expirase la ruta. Sin agua y con mucho calor llegamos a los coches. Los que saben y son buenos en todo se notan en detalles como el que nos tenía preparado Angello; Garrafón de agua congelada en el coche. Le hice mas fiesta que el día que cojo las vacaciones.
Una vez refrescados y cambiados hicimos una parada en Cantillana donde creo que estaban de romería por la Virgen de la Asunción. Como epílogo, alguna litrona servida en establecimiento climatizado y acompañada de unos chorizos cayeron hasta el fondo. Pocas cosas me hacen disfrutar tanto como una salida garrapatera.